Expedición Nevado del Huila
Julien, un fervor embajador de montañas colombianas que vive en Madrid, viene una vez al año a Colombia. Vivió en Bogotá y Medellín hace unos años y nunca logro volver a Europa del todo. Una parte de su mente se quedó en el monte colombiano donde cada vez que viene quiere absolutamente regresar.
Después del Tolima, del Cocuy, de los picos gemelos de la Sierra nevada de Santa Marta vigilados por nuestros hermanos mayores, quedaban todavía múltiples maravillas para conocer. Para este año 2020 el objetivo estaba iluminando nuestros ojos desde hacía varios meses: la expedición nevado del Huila, sus 3 cumbres dominando todo el sur de Colombia en pleno territorio nasa y su actividad volcánica que hasta hace poco era sinónima de erupción temida por todos.
Otro de los numerosos rincones de Colombia poco transitados. Para acercase a su majestad el nevado del Huila, por cualquier lado que sea, hay que cruzar alguna zona roja donde el estado sigue casi ausente, con miedo de los narcotraficantes y guerrillas que siguen aprovechando de la fertilidad excepcional de estas tierras para sacar provecho de la marijuana y de la coca tergiversando el uso tradicional que les han dado ancestralmente los indígenas.
En las partes más altas siguen viviendo los indígenas nasas, «gente del agua», descendientes según algunos de ellos de los exploradores indígenas del amazonas que llegaron hace varios siglos al sur de Colombia[1]. Con un pueblo de más de 180,000 almas, los nasas representan hoy en día 13,4% de los indígenas de Colombia[2]. Su guardia indígena vela por la protección de su pueblo, famoso por su robustez, fuerza y resistencia. Le ha tocado afrontar tantas amenazas en su historia que queda hoy en día muy prevenido con cualquier desconocido: conquistadores españoles, multinacionales mineras interesadas por la riqueza del suelo, guerrillas y grupos criminales interesados por el aislamiento excepcional del departamento donde queda fácil esconderse y transportar mercancías ilegales, narcotraficantes del continente tomando posesión de estas tierras fértiles… ¿Como tener confianza en un extranjero?
El mundo del montañismo es pequeño. Amigos lograron a lo largo de los años establecer relación de confianza y respeto con uno de los líderes de la guardia indígena. Lo llamo un mes antes de las fechas previstas para nuestra expedición nevado del Huila. Al teléfono su voz se relaja apenas le digo por parte de quien lo contacto. Empezamos de ahí a organizar todo. A pesar de mi español imperfecto siento en sus palabras errores de gramática: no es su idioma nativo y aprendió el español tarde. En las montañas del nevado del huila solo hablan el idioma nasa yuwe.
4 días antes de nuestra fecha de llegada estimada, el paro nacional es decretado por el ELN. No tolerarán movimientos en los territorios donde están presentes. Justamente íbamos a pasar en medio de uno de ellos. Cuando llamamos a nuestros amigos de la zona, todos recomiendan postergar la expedición. Le quedan a Julien 3 semanas. Movemos a 2 semanas más tarde nuestro viaje.
Día 1: Entrada en el mundo Nasa
El sábado 1ero de marzo 2020 por la mañana, mientras el covid-19 empieza a paralizar Europa, llegamos a la entrada de la zona bajo jurisdicción nasa, después haber cruzado un bosque de palmas de cera absolutamente magnifico, que no tiene nada que envidiar a Tochecito y al valle de Cocora. Una barrera pintada de verde, rojo y blanco cierra la carretera. Hablamos un buen rato con los guardias alojados en la cabaña cercana y pagamos nuestro derecho de entrada al resguardo indígena.
Ahí nos deja el carro, un 4×4, después de 2 horas de camino desde el pueblo más cercano donde habíamos llegado en las primeras horas de la mañana en bus. Es el mediodía. Dejamos todas nuestras maletas en una cabaña y empezamos a caminar hacia la laguna Paez ubicada a 3600m de altura. Ya estamos en el inicio del páramo. Los frailejones se hacen más numerosos. Seguimos el rio Paez apenas naciendo, este mismo extremadamente ancho que cruzamos en la vía a Tierradentro desde la Plata, este mismo que por las avalanchas del 1994 y 2008 se subió súbitamente de decenas de metros llevándose pueblos y vidas nasas: según varios nasas fue el furor mismo del Volcán del Huila que vino castigar los excesos de los hombres[3]. El nevado del huila es desconocido por muchos, temido, respetado y venerado por otros. Su última erupción del 2009 queda todavía en las mentes. El agua proveniente de sus cimas alimenta la laguna Paez, que a su vez da nacimiento al rio del mismo nombre.
Después de 1h30 y 4km de caminata tranquila de aclimatación alcanzamos la laguna sagrada Paez, corazón del mundo espiritual nasa. A lo largo del año, peregrinos llegan a sus orillas después de un largo camino para realizar rituales tradicionales que duran toda la noche, en medio de la montaña. La llegada a la superficie de agua pura representa un honor. Un honor que nos hace la naturaleza al abrirnos sus puertas. Las montañas colombianas y sus lagunas más grande son para muchos de los pueblos ancestrales que los habitan o habitaban fuente de agua y fuente de vida para miles de personas. Por eso las respetan tanto y las protegen, igual que a los nevados. A veces desde nuestras ciudades modernas olvidamos que tienen razón. Antes de unirse con el río Magdalena al sur de Neiva, el río Paez suministra agua a más de 100,000 habitantes de los municipios de La Plata, La Argentina, Nátalia, Tesalia, Paicol, Iquira y Teruel que no existirían sin él[4], al igual que miles de cultivos y una buena parte de la hidroeléctrica de Betania.
Nos quedamos callados, como si el menor ruido podía desbalancear todo el equilibrio del momento y del lugar. Las historias y leyendas indígenas que escuchamos en el pasado resurgen. Encima sabemos que el nevado del Huila nos está sintiendo: lo vemos en el GPS pero sus faldas blancas quedan invisibles, escondidas por la neblina. Desde la laguna Paez, bien temprano por la mañana, se deja a veces ver. Pero hoy llegamos tarde.
Pescamos un rato en las aguas cristalinas del rio y nos regresamos hasta los 3400m donde habíamos dejado nuestros morales. Instalamos nuestros esleepings ahí, preparamos todo para el día siguiente y nos juntamos a nuestros amigos nasas para la cena, alrededor del fogón del leña al cual se cocina todo. Intercambiamos en un ambiente caloroso palabras de francés contra palabras nasas, entre risas y buenos intentos. Gotas de agua me caen en la espalda mientras comemos. Una fuerte lluvia cae a fuera y aprovecha un pequeño hueco en el techo para invitarse. El ruido de las gotas gruesas al caerse sobre la cabaña acompaña nuestras conversaciones. El idioma extranjero para todos, el castellano, sirve de traductor entre todos. Un solo nasa entre los 4 que están con nosotros lo habla: nuestro guía Lucho, quien lo aprendió a los 16 años. En un rincón, sus 2 niños juegan en silencio mientras su esposa termina de cocinar.
Día 2: Subida al campo base
Nos levantamos antes del amanecer, con una llovizna discreta, las ansias porque la Expedición Nevado del Huila había empezado nos capturaban. Desayunamos con nuestros anfitriones y salimos a las 6:30am, empezando por bajar durante una hora hasta 3000m y poder cruzar el Rio Paez, que en épocas de lluvia hubiera sido mucho más alto y casi imposible de cruzar en este punto. Subimos en medio del pantano con nuestras botas pantaneras de caucho. Usar cualquier otro tipo de zapato, por más elaborado que sea, sería aceptar mojarse. En algunas partes sin aviso uno se puede hundir hasta la rodilla, a pesar de que estemos en temporada seca.
Seguimos la ruta «normal» bordeando la quebrada Verdún, pasando el “valle de las sombrillas” y sus hojas gigantes pareciendo venir de otros tiempos y cruzando la quebrada hacia el sur a las 9:30am. Empieza otro nivel de pantano, ahora si con pendiente fuerte. Algunos pasos casi verticales se hacen con escaleras de cuerdas hundidas en la neblina. Tenemos buen ritmo. La alegría de sentirnos en medio de la aventura y de estos paisajes excepcionales multiplica nuestras fuerzas a pesar de nuestros pesados morales. A las 10:30am pasamos el llamado «campamento polaco» y a las 11:15am el «campamento polaco avanzado». Un poco de hambre haciéndose sentir, nos damos cuenta sin entender cómo fue posible que olvidamos todos nuestros snacks y barras de cereales en la cabaña donde pasamos la noche. Haremos sin, optimizando lo que tenemos.
Llegamos al campamento colombiano, ubicado a 4600m de altura a las 2:30pm, en medio de la neblina. El nevado del Huila sigue escondido. ¿Será que realmente está ahí no más? Instalamos nuestro campo con rapidez y encontramos con estupefacción desechos plásticos y otros alimentos no orgánicos dejados por montañistas anteriores. El montañista que no baja sus basuras no es digno de estar en la montaña, no la respeta. La ve como un objeto más para aparentar socialmente y en redes. No le importa contaminarla como ha contaminado decenas de otros lugares antes. La montaña tiene muchas veces su justicia propia, imprevisible. Deja entrar, y salir, solo a los que quiere. Bajaremos toda esta basura en 2 días.
Escuchamos el volcán y su actividad. Parece ser un abuelo roncando suavemente, con algunos saltos, como si estuviera teniendo pesadillas. Lo difícil cerca de un volcán en actividad es conseguir agua sin azufre que sea potable o que podamos filtrar. Con suerte encontramos una fuente cercana al campo, a punto de acabarse. La haremos hervir de todas formas. Tendremos tranquilamente para 3 días. Cocinamos a gas y terminamos con una buena siesta. Greg se quedó a fuera tomando fotos.
Al final de día el clima se despeja y deja ver en todo su esplendor el nevado del Huila y sus 3 cumbres. La montaña nos abre sus puertas. Las estrellas aparecen. Estamos por encima de las nubes, emocionadísimos. La luna alumbra el hielo blanco. Hacemos múltiples intentos de fotografía con trípode, pero ninguna logra transmitir la belleza del momento. El viento se calmó y dejo de chocarse con la tela de la carpa. No podíamos soñar de mejores condiciones. La Expedición Nevado del Huila se había materializado, allí estábamos
Día 3: El ascenso al nevado del Huila
Nos levantamos a las 2:30am. La noche está llena de estrellas, el cielo totalmente despejado. Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad, logran ver la masa blanca del glaciar, lejos hacia el occidente. A pesar de la altura y de los ronquidos de los amigos, dormí bien. Nos demoramos 1hora para salir, mucho para la montaña, después de un buen té.
Seguimos en medio de las piedras volcánicas con nuestras linternas, empujados por la adrenalina. De forma extraña no hay viento, solamente una pequeña brisa agradable. A las 5am llegamos al borde del glaciar, nos equipamos, nos encordamos y empezamos a subir, mientras las primeras luces del día aparecen. Lucho sigue con nosotros: le llevamos desde Bogotá todo el equipaje glaciar, crampones, arnés, piolet, casco, linterna. El día anterior habíamos practicado juntos algunos nudos: ¡el hombre había terminado por ser el más rápido de todos en hacerlos!
La pendiente inicial es mayor a la que pensaba, alrededor de 45°. Las vistas son espectaculares. Hacia el sur se logra ver el volcán Purace y la cadena de los Coconucos, que cruce 10 meses antes con Sebastian, cofundador de Montañas Colombianas. Los 14 volcanes de la cadena parecen muy bajitos al lado del nevado del Huila.
Caminamos hacia el domo. El hielo es perfecto para avanzar. No tiene nieve encima. Lassie, la perrita de Lucho, nos sigue en el glaciar: es la primera vez que se atreve a caminar sobre el hielo. Parece más feliz que nunca, aunque con algunos miedos de vez en cuando y frio en las patas. La sombra del cono de la cumbre norte se deja ver sobre el tapete de nubes blancas que cubre todo el campo debajo de los 4,000m. A las 6:30am Llegamos al domo, una impresionando masa de hielo ubicado alrededor de los 4,150m de altura en medio de la pendiente, que parece ser el vigilante que guarda la puerta de entrada del camino a la cumbre. Estalactitas de hielo transparentes caen en el vacío. Pasamos las primeras grietas. «No estaban hace 3 semanas» nos confiesa Lucho. El glaciar es dinámico, se mueve constantemente. Mirando alrededor, estamos enmarcados de grietas. El glaciar está sufriendo. En sus faldas el hielo negro viejo queda sin su protección de hielo blanco que sirve a su conservación reflejando los rayos ultravioletas del sol. Hacia el sur, vemos perfectamente la cumbre centro y su fumarola. Es de ahí que salen sus murmullos irregulares que acompañan el silencio. Miramos atentamente cual ruta podríamos tomar en otra ocasión para alcanzar el cráter, entre grietas.
De regreso al borde glaciar a las 9:30am, nos quedamos ahí, en pleno sol, admirando el paisaje excepcionalmente despejado, mientras la adrenalina baja. Me siento en pleno sueño: difícilmente me doy cuenta de lo que hemos subido. Ninguno de nosotros quiere bajar. Nos quedamos pensativos en silencio, conscientes de ser simples granos de arena en esta naturaleza grandiosa. Las nubes están subiendo. Nos quedaremos admirando el panorama hasta que nos alcancen.
De regreso al campo base a las 11:30am, a pesar de que nos acostamos, ninguno logra dormir. Nos la pasamos tomando fotos cuando la neblina nos deja el privilegio de ver el glaciar durante instantes cortos. Al recargarnos de agua potable en el pozo, durante algunos segundos el glaciar se refleja en la superficie cristalina. Sacamos luego los dados y jugamos los 4 sobre la piedra grande que nos sirve de mesa. La tarde pasa rápidamente.
De noche se despeja de nuevo totalmente el nevado. No podemos parar de admirarlo. Los largos tiempos de apertura del lente dejan aparecer en el cielo las líneas rectas del trayecto de algunos aviones y el movimiento de las estrellas. Ya tenemos ganas de volver a subir, queremos repetir la expedición Nevado del Huila
Día 4: Regreso al río Paez
Nos levantamos a las 6:30am. 1 hora después nuestro campo queda empacado. 2 de nosotros quedan con buenas bolsas con las basuras de pasados montañistas. Empezamos a bajar a las 7:30am. 4 horas después estamos abajo, lavándonos en las aguas del río Paez esperando que aparezca nuestro transporte a quien hemos dado cita a las 12:30am. No pensábamos poder llegar 1h antes de lo previsto. A algunos pasos del río, escondidos en la vegetación, Lucho nos muestra unos mini termales montados a partir de una fuente de agua caliente proveniente de las entrañas del volcán del Huila, del abuelo roncador que se dejó conocer unas horas antes. Su agua caliente termina de revigorarnos.
A las 12:30 escuchamos los ruidos del motor de nuestro 4×4, el único carro que pasó en estos días en la carretera. Lassie no quiere subirse al carro: hará todo el camino corriendo a la loca atrás, hasta llegar a la cabaña Paez donde nos despedimos de la familia de Lucho.
A las 8pm llegamos a Cali, donde nos separaremos para retomar, cada uno por su lado, su rumbo cotidiano. El día siguiente, tomo el primer vuelo Cali-Bogotá de las 6am, para poder empezar en la oficina a las 9am en Bogotá. Me siento a la derecha del avión cerca de la ventana. Apenas hemos despegado y pasado por encima de la capa de nubes, mientras la mayoría de los pasajeros está durmiendo, el nevado del Huila me aparece por la ventana en todo su esplendor con su capa blanca en medio del cielo azul, dejándome una última ocasión de despedirme y agradecerle. Gracias montaña por la expedición Nevado del Huila.
Romain VISCAYE, Montañas Colombianas
[1] http://www.proyectonasa.org/index.php?option=com_content&view=article&id=38&Itemid=215
[2] https://www.onic.org.co/pueblos/2095-nasa
[3] https://www.elespectador.com/colombia2020/territorio/paez-el-pueblo-que-resistio-al-conflicto-y-las-avalanchas-articulo-855188/
[4] Informe de gestión 2007-2012 – corporación autónoma regional del alto magdalena CAM